jueves, 11 de diciembre de 2014

Un cuento de Bucay

"Y mi tristeza se cubrió con la armadura de la furia para pelear esta lucha y arremetió contra tod@s y contra todo con la fuerza de un estallido nuclear." Mon Moroag. 


A pesar de haber sobrevivido a una muerte que cambió mi vida para siempre, no entendía que me sucedía en esta ocasión: mi cuerpo estaba completamente alerta, pero mi atención estaba sólo en mis pensamientos y mis pensamientos se concentraban sólo en él, sólo en su recuerdo, pero no en los "hubieras interminables" sino en su recuerdo como lo que fue, como lo que ya no es y como la realidad que no he querido ver... El ser humano tal cual. 

Mi cuerpo se movía ligero como si estuviera listo para salir corriendo. 
Mi atención estaba sedada como si me hubieran hipnotizado. 

Mi "sensibilidad" estaba al tope y no podía contener las lágrimas, salían aunque me esforzara por retenerlas. No importaba si estaba comiendo, durmiendo, en el trabajo, simplemente brotaban de mis ojos. Siempre en el peor momento. 
Y al mismo tiempo una rabia incontenible se apoderaba de cada parte de mi cuerpo y arremetia contra quién se atreviera a decirme palabras de amor, a quien intentara, desde su trinchera, darme algún amoroso consejo para seguir en el camino, para evitar el sufrimiento, para "dejarlo descansar". 
~¡Odio que me digan eso!~ repite mi mente en esos momentos y me callo si no quiero lastimar, aunque de repente estallo y escupo con odio y desprecio lo que guardo en mi corazón, entonces hiero a mis seres queridos y a fin de cuentas estoy más triste que nunca y me siento insoportablemente sola. 

Como soy una leal adicta al dolor  abandone temporalmente mis sesiones psicoterapéuticas, así que, tratando de  entender lo que me sucede, leí un cuento de J. Bucay donde lo explica perfectamente y dice: 

"A un estanque mágico llegaron una vez a bañarse haciéndose mutua compañía la tristeza y la furia. 
Llegaron junto al agua, se sacaron las ropas y desnudas entraron a bañarse. 
La furia, apurada, como siempre, inquieta  sin saber por qué, se bañó y rápidamente salió del estanque. Pero como la furia es casi ciega se puso la primera ropa que manoteo, que no era la suya, sino la de la tristeza. Vestida de tristeza, la furia se fue como si nada pasara. La tristeza, tranquila y serena, tomándose el tiempo del tiempo, como si no tuviera ningún apuro, porque nunca lo tiene, mansamente se quedó en el agua bañándose mucho rato y cuando término, quizá aburrida del agua, salió y se dio cuenta de que no estaba su ropa. Si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que para no estar así, al descubierto, se puso la única  ropa que había, la ropa de la furia. Y así vestida de furia siguió su camino. Cuentan a veces que cuando uno ve a otro furioso, cruel, despiadado y ciego de furia, parece que estuviera enojado, pero si uno se fija con cuidado se da cuenta de que la furia es un disfraz y que detrás de la furia esta escondida la tristeza."*

*Bucay, Jorge. Hojas de Ruta. El camino de las Lágrimas. pp 424-425. Ed. Océano.  2013. 

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